“¿Por qué sonríes tanto?”
«¿Y por qué no?»

Dicen que la sonrisa es el idioma de las personas inteligentes. Yo creo que sonreír es una actitud vital. O se sabe sonreír en los acontecimientos ordinarios del día a día o me temo que tampoco se sabrá hacer en las ocasiones que tengamos de hacer algo grande o cuando tengamos todo en contra. Como puede ser el momento actual. Y es que sonreír y mantener la sonrisa en momentos de crisis, es un acto revolucionario.

Podríamos empezar a hablar de las endorfinas, el cerebro, las neuronas espejo, los efectos para uno mismo, las arrugas que provoca el sonreír… pero ahora prefiero hacer otra reflexión.

La sonrisa es el gesto que, por excelencia, invita, atrae y transforma. La sonrisa significa que una puerta se me abre amablemente. Es un «¡hola!¿qué tal?» sin barreras de idiomas.

Yo creo que sonreír a una persona es un pequeño acto de la voluntad venido del amor y de la gratitud. Venido directamente del corazón. ¡¡Significa que uno está enamorado!! ¿De qué? De la vida, de los demás, de otra persona, de la Verdad, de todo lo que nos pasa y nos rodea. No quiere decir que vivamos en una realidad paralela ni que tengamos una vida exenta de dificultades sino que aceptamos, tenemos paz, confiamos y dejamos fuera la vida “ojalaterá” (ojalá tuviera “nosequé”, ojalá fuese “nosecómo”…). Significa que somos conscientes de lo que somos y de lo que tenemos. Y de que todo eso es un regalo. Por eso sonreímos. Siempre.

Porque ya lo dijo Gandhi «sonreír no es mostrar tus dientes ¡sino tu alma!». Todo eso que llevas dentro.

Tenemos que aprender (o re-aprender) a saber ver el aspecto divertido de la vida y su dimensión alegre, sin tomarnos todo de forma trágica o pensando que cualquier cosa va en mi contra. Y sonreír, es un buen comienzo. La sonrisa, a pesar de su sencillez, o precisamente por ello, es contagiosa y además es un arma de ¡¡¡CONSTRUCCIÓN MASIVA!!! Y está claro que necesitamos construir. Entre todos.

Y es que una sonrisa tiene la capacidad de abrir hasta al corazón más cerrado y de hacer desaparecer cualquier tipo de duda o inseguridad ¿no os parece? A mí me ha pasado. Por eso te invito a que lo pruebes.

Saca a pasear esa sonrisa, esa que es muy tuya y que te hace tan tú. Esa que hace magia -cambia vidas- dondequiera que la lleves.

Seamos embajadores de la sonrisa cotidiana. No nos olvidemos que las personas sonrientes, no nos parecen nunca desconocidas.

Y ahora más que nunca, necesitamos más sonrisas y menos ceños fruncidos.
Es tiempo de ir contracorriente.
No olvides que los ojos, también sonríen.

¡¡Seguimos!!

Guiomar Goena Irisarri, consultora de F&B Consultores