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El sector de la abogacía en España ha evolucionado a pasos agigantados en los últimos quince años. El cambio se ha producido como una necesidad de adaptación a las circunstancias que se iban sucediendo: globalización, crecimiento de la economía, del número de despachos, del número de abogados, especialización, y profesionalización del sector, entre otras.
Han sido unos años en los que, primero como abogado de Despacho y después como Cazatalentos especializado en el sector, hemos vivido la incorporación de los bufetes al mundo del marketing, la adopción decidida de las tecnologías de la información, la entrada de despachos nuevos y la internacionalización de los ya existentes, alianzas entre pequeñas firmas, y la laboralización de los profesionales del Derecho. Los bufetes tradicionales han dado paso, por así decirlo, a las empresas legales, que necesitan diferenciarse unas de otras en la calidad en la prestación de sus servicios y la eficacia y flexibilidad en la resolución de los asuntos. Los abogados han tenido que adaptarse para trabajar en un entorno de alta competencia: toma de decisiones bajo presión, horarios maratonianos, sobrecarga de trabajo, equipos que varían en función de los asuntos, y nuevos jefes de perfil más ejecutivo. El profesional de servicios jurídicos que triunfa hoy es aquel que hace buenos papeles, y es bueno gestionando sus actitudes frente a los equipos y frente a los clientes.
En nuestra experiencia de catorce años como proveedores de servicios de Executive Search a los abogados y entrevistador de estos profesionales, hemos experimentado en primera persona la dificultad de alguno de mis interlocutores para encontrar tiempo para una reunión, y para conseguir que sus equipos alcancen los objetivos. También, en no pocas ocasiones, hemos observado falta de motivación, y mucho profesional “quemado” y sin ningún animo de continuar en este negocio. Aunque en prácticamente todas las empresas se habla de la importancia de los profesionales, de conseguir lo mejor de ellos y de la mejora del desempeño, alcanzar la mejoría no es posible “sin adoptar un estilo gerencial basado en el Coaching” – Sir John Whitmore.
El coaching es una técnica revolucionaria de desarrollo del potencial humano basada en preguntas, que persigue facilitar y aflorar las respuestas a los problemas que están dentro de las mismas personas (definición de la Escuela Europea de Coaching). Es una transformación en el ser, no en el hacer. “La mejor manera de HACER es SER” -Lao Tse.
Si esta técnica se aplica a la empresa, lo que se consigue es optimizar y mejorar los desempeños en la actitud de los profesionales, en la conducta gerencial y en la estructura empresarial para poder sobrevivir en estos mercados competitivos en los que nos ha tocado vivir. Sir John Whitmore habla de un nuevo estilo empresarial, donde ya no es necesario satisfacer al jefe sino complacer al cliente, la jerarquía da paso al apoyo, el cambio dejar de ser temido, sino bienvenido.
En las facultades de Derecho no se aprende gestión, por lo que muchas veces la primera experiencia de gestión de un equipo que tiene un profesional se produce cuando asciende a la categoría de Asociado. En entornos jurídicos, nos encontramos con varias dificultades a la hora de entender los beneficios del coaching; los abogados suelen ser “pudorosos” a la hora de mostrar debilidades, les parece complicado entender que es posible modificar conductas si se contemplan desde otro punto de vista, y todavía más complicado aceptar que es un tercero el que les va a “ayudar”. Sin embargo, si fuesen capaces de ver el coaching en términos de rentabilidad empresarial a futuro, todo cambiaría. Son actuaciones cuyos resultados pueden no ser inmediatos: como la mayoría de los cambios en las empresas que responden a un modelo de estrategia empresarial, sus efectos se perciben en el largo plazo. El “coach” trabaja con el coachee de forma estructurada y con un procedimiento que consiste en un número X de sesiones, de entre una hora a una hora y media de duración, en las que se profundiza en aquéllas creencias y circunstancias que de alguna forma lo están limitando, ofreciéndole otras perspectivas que le dan la posibilidad de superar las dificultades.
Si hablamos en términos de beneficio real para la empresa, es evidente que los despachos, donde no dejan de darse situaciones de estrés, culpa, ausencia de delegación, incapacidad para retener talento, falta de calidad del trabajo y desmotivación de los profesionales responsables del mismo, son un terreno abonado para la aplicación del “coaching”, ya que con él se consiguen grandes avances en el desempeño personal del día a día:
- Gestión de la relación de los abogados con sus colegas y clientes
- Retención de talento
- Aprendizaje de la Delegación
- Mejora de la comunicación
- Desarrollo de habilidades de negociación
- Superación de las dificultades entre la conciliación de la vida profesional y personal
- Clarificación de los objetivos que se deben cumplir para avanzar en la carrera profesional
- En la gestión de su productividad/gestión del tiempo
- En gestión de equipos/aprender a comunicar, delegar y saber llevar y ayudar a profesionales buenos técnicamente hablando, pero difíciles
Todas estas áreas de mejora inciden de forma directa en el negocio del despacho: los abogados serán mas eficaces a la hora de conseguir clientes; se conseguirá de ellos eficiencia y motivación, en vez de profesionales “fundidos” por una gestión mal entendida; podrán contemplar cambiar de práctica y trabajar de forma más eficaz, aprovechando mejor el tiempo; aprenderán a delegar y así rentabilizar el binomio trabajo/tiempo. En definitiva, al estar más motivados, trabajaran con mas calidad, de forma mas eficaz y aumentarán la productividad y con ello los beneficios reales del despacho.