Hace unos meses tuve una conversación con una amiga sobre “el atractivo de la sencillez”.
Porque sí. La sencillez es una virtud maravillosa y es de esas que no abundan. Está muy ligada a la humildad y yo creo que conlleva nobleza (de esa que de la que ya nadie habla) y madurez.
La persona sencilla es descomplicada, auténtica y va de frente. La persona sencilla destaca sin proponérselo: porque en contraposición a lo que el mundo nos vende y defiende (“hay que ser el primero en tener más, el primero en tener tal posición, hay que ser el primero en comprar esto, el primero en cobrar más…”) el sencillo tiene la «pole position» en querer a los demás. ¿Quieres ser el primero en algo? Distínguete en el amor.
Y es que la persona sencilla es sincera, no va con segundas. No espera nada de ti, te quiere por ser tú. Y ya. ¡Que no es poco! Dice la verdad incluso cuando no es fácil hacerlo. La persona sencilla no prejuzga y no juzga, porque es consciente de que no te lleva a nada. Y porque siempre, siempre, se puede construir algo. Y los sencillos, lo saben. No nos olvidemos que toda persona tiene algo por lo que merece ser amada. Pues eso.
Porque sencillez significa apertura de corazón. Sencillez significa apertura de la voluntad. Sencillez significa apertura de mente. Y no es nada fácil. Sobre todo en el día a día. Pero estad seguros que esa sencillez, ¡es contagiosa! 100%. Porque ayuda a confiar y a que confíen. Y es que escucha, sencillez no quiere decir conformismo o ingenuidad, ¿eh? Es actuar siempre de acuerdo con los principios y la dignidad del ser humano.
La persona sencilla da los buenos días de corazón al llegar al trabajo; la persona sencilla mira a los ojos con cariño a todo el que se cruza; la persona sencilla trabaja bien aunque nadie esté mirando, no por una cuestión de éxito personal, sino por dar respuesta cada día a esa vocación social que tenemos todos; la persona sencilla tiene altibajos, por supuesto, pero cada día renueva el “SÍ” sincero a todo aquello con lo que está comprometida; la persona sencilla no anuncia su llegada a bombo y platillo, pero se nota cuando está y se le echa de menos cuando no está; la persona sencilla disfruta de un paseo, de un vino frente al mar o del placer de saborear un buen txuletón (así, con “tx” que es como mejor y por algo soy vasca); vamos, saben apreciar lo extraordinario de lo ordinario.
Una vez leí que por eso nos gustan las personas de corazón sencillo, mirada noble y luz en el alma. Y es que algunos definen la sencillez como “la celebración de lo pequeño”. Puede ser. Yo sé que los sencillos son aquellos que todo lo comprenden. Tal vez nunca han sabido los grandes misterios de este mundo. Y puede que nunca los sepan. Pero saben vivir, que es lo que importa al final de la vida. Y amar y servir: ¡siempre! Y darlo todo cada día, con pasión, sin guardar nada.
Seamos de esos.
Merece la pena.
Guiomar Goena Irisarri